Caso 97003    sin calif  (0 calificaciones) Cía: Impresos Golden03/12/14

Impresos Golden y negocios fraudulentos similares. Avisos para futuros despistados

De las imprentas y serigrafías ubicadas en la plaza de Santo Domingo y sus alrededores se ha dicho de todo: que puedes encontrar buenos precios, que tienen una variedad infinita de recuerdos, que imprimen invitaciones de todos los tamaños en papeles primorosos, que al momento de acercarte a los empleados éstos te atienden con tanta gentileza que simplemente quedas abrumado, que todo, en fin, parece verdaderamente como salido de un sueño. Y honestamente es que así lo es; bueno, al menos al principio.


El mundo maravilloso de gentileza y buenos tratos concluye, en efecto, al terminar de pagar el anticipo por las invitaciones o recuerdos que te gustaron. En nuestro caso ocurrió con "Impresos Golden"; la persona que nos atendió se condujo, a decir verdad, con todos los indicios característicos de un timador: gentil, gracioso, zalamero, siempre con alguna ocurrencia en la boca para socializar y, de esta manera, embaucar del todo a sus víctimas. Convencidos de su actuación, le solicitamos en consecuencia la impresión de unas invitaciones. Nos fijó un precio de 1,400 pesos por ellas y una entrega de ocho días como máximo pues, nos aseguró, "ellos se toman muy en serio los trabajos que les encargan". Acto seguido, le dimos un anticipo del 50% del costo del trabajo, se expidió un recibo de pago (ojo: sin cédula de identificación fiscal) y quedamos de verlo en ocho días.


Lo que ocurrió de ahí en adelante fue prácticamente un calvario. El primer roce fue con el envío de datos a un correo electrónico que, por sus alusiones implícitas a un tipo de preferencia sexual (¡nn_pas!), debió habernos dado mala espina pues ningún centro laboral opera con correos electrónicos de semejante ralea. Se enviaron, a pesar de eso, los datos requeridos a ese correo y enviamos, a su vez, un mensaje que notificaba el envío de los mismos a un número de celular: otro elemento que también debió darnos mala espina pues ningún negocio formal trabaja al margen de un teléfono fijo. Ni del correo ni del mensaje de texto que mandamos recibimos notificación alguna de haber sido recibido.


Pasaron un par de días, y al ver que no teníamos noticias de si habían recibido los datos, decidimos marcar al número de celular que, en el recibo de pago, anotó con pluma (!) la persona que nos atendió en el local-aparador. Luego de varios intentos, una mujer nos contestó. Le señalamos que ya habíamos enviado los datos que nos solicitaron pero que, hasta ese día, no habíamos recibido la "invitación-prueba" para que viéramos cómo iban a salir impresas. Con desinterés, la señora nos dijo que iba "a checar" eso y que nos mandaba lo más pronto posible la "invitación-prueba". Confiamos en su palabra y esperamos.


Hasta el día viernes en la noche recibimos, finalmente, la mentada "invitación-prueba". Segundo roce: los textos y la figura que aparecían en ella no correspondían en nada a lo que pedimos. Notificamos por correo todas esas faltas y aclaramos, por esa misma vía, que nada de lo expresamente solicitado aparecía en la "invitación-prueba". Pedimos en consecuencia que se reenviara una vez más la "invitación-prueba" pero con las debidas correcciones. Jamás recibimos contestación alguna de nuestros avisos y advertencias. Marcamos nuevamente al número de celular que nos dieron pero, ahora, no sólo no nos respondían sino que nos colgaban. Tercer roce.


Se agotaron los ocho días de gracia fijados y ocurrió exactamente lo contrario a lo formalmente pactado con la persona que nos atendió en el local-aparador: ni hubo la entrega de las invitaciones ni hubo algún tipo de aclaración del porqué "Impresos Golden" no pudo entregar las invitaciones en tiempo y forma. Toleramos, no obstante, unos días más para que, primero, nos contactaran y, segundo, para determinar la nueva fecha de entrega: no volvimos a recibir ningún tipo de llamada o correo por parte de ellos. Intrigados, decidimos llamar nuevamente al número de celular que nos dieron; todas las veces que llamamos, simple y sencillamente nos colgaban. Cuarto roce.


Hastiados de todo esto, y con dos semanas ya de atraso, decidimos ir al local-aparador. Ingresamos a la Plaza L. y, para nuestra sorpresa, el local estaba cerrado. Decidimos en consecuencia notificar este problema a los encargados de la Plaza L. que, por fortuna, tenían un correo electrónico para manifestar quejas o aclaraciones respecto al trabajo elaborado por los locatarios que ahí residen. Nos contactaron de manera pronta y expedita. Dijeron que ya estaban tomando cartas en el asunto y que pronto nos iban a dar respuesta. Y así fue: nos avisaron que para el siguiente lunes, es decir: luego de casi tres semanas de lo pactado (!), "Impresos Golden" se comprometía a entregarnos, por fin, las invitaciones.


Fue gracias a esta tercera instancia que volvimos a tener noticias del destino de nuestras tarjetas. A decir verdad, y si se hubiera pospuesto la entrega otros días más, simple y sencillamente las invitaciones ya no nos servirían de nada pues el evento, para esas alturas, ya habría pasado. El responsable de la plaza nos dijo que teníamos que pasar por las invitaciones a las 6 de la tarde; en aras de desligarnos del contrato con “Impresos Golden”, decidimos no objetar e ir a esa hora pero a costa de cancelar compromisos y demás cosas que teníamos que hacer en ese día. Llegamos finalmente, y una vez más, a la plaza. El trato que recibimos tanto de la persona que nos atendió desde el principio como de la señora que en ese momento lo acompañaba fue por demás repulsivo y pedestre, pues no sólo no reconocían su incumplimiento laboral sino que nos miraban y trataban como si nos estuvieran haciendo un favor.


Esta actitud cínica y despectiva del personal de “Impresos Golden” nos pareció intolerable y les respondimos recriminándoles públicamente su falta de tacto y ética laboral. Lo que ocurrió después fue verdaderamente digno de un cuadro costumbrista como los retratados en Oliver Twist: llamaron a un empleado de cuerpo obeso que, entre balbuceos y ademanes exagerados, nos amenazó abiertamente con “rompernos la madre”. Intervino el encargado de la plaza, vino finalmente la titular de “Impresos Golden”, nos pusimos a dialogar directamente con ella y le exteriorizamos las razones de nuestro enfado y de cómo sus subordinados respondieron a nuestras quejas mandándonos a un potencial golpeador. Volvimos a entrar todos en cordura y la titular nos dijo que las invitaciones se entregaban en definitiva ese mismo día.


Huelga decir que además de entregarnos las invitaciones más allá de la hora pactada, las calidades de las mismas eran de lo peor pues se hicieron, todas ellas, al vapor. Era increíble ver cómo estas personas no sólo eran groseras e indisciplinadas sino que además, y por su holgazanería, elaboraban los trabajos al cuarto para el ratito y a costa de pelearte con ellos. Mal cortadas, con los moños desaliñados, las impresiones sin centrar, con el pegamento todavía fresco y apelmazadas todas ellas en una caja: he ahí el tipo de trabajo “profesional” (sic) que recibimos.


Con el tiempo de la fiesta encima y en aras de ya no volver a tratar con semejante caterva de individuos, aceptamos aún así las invitaciones y finiquitamos el 50% que se adeudaba. “De haber sabido que todo esto íbamos a padecer por un ciento de invitaciones pequeñas, habríamos optado sin duda por pagar un poco más en una imprenta mayor y verdaderamente profesional”, nos dijimos mientras íbamos ya en camino a casa.


Pero incluso de una mala experiencia como ésta se desprende, por fortuna, algo bueno, algún tipo de moraleja. Nosotros aprendimos, por ejemplo, a informarnos previamente de los comentarios que se tienen de tal o cual negocio en el que vayamos a solicitar sus servicios, es decir, de si tienen fama de ser responsables y cumplir con profesionalismo los trabajos que prestan.


Asimismo, aprendimos que si un negocio no tiene un registro fiscal, ni el nombre claro (con RFC incluido) de un responsable, ni cuenta con algún teléfono fijo ni correo electrónico para cualquier duda, queja o aclaración, es mejor darse la vuelta y buscar uno que sí los tenga. Infórmese, en suma, antes de solicitar un servicio y evítese, así, de recibir innecesariamente groserías, amenazas o incluso golpes por un trabajo que, recuérdelo, está pagando.
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