La Nariz de Sean Penn o el timo de Cinépolis
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Vengo del cine. Fuimos a ver 21 gramos . Una película excelente. En teoría. Los críticos hablan encomiosamente de ella. Ensalzan a su director, Alejandro González Iñárritu. Tiene un guión altamente imaginativo, obra de Guillermo Arriaga. Destaca la crítica su cinematografía, producto del talento de Rodrigo Prieto. Hasta ahí la teoría. Pero desgraciadamente, la práctica cinéfila en nuestra región hace cada vez más difícil que el espectador lagunero pueda apreciar mínimamente las joyas del cine mundial.
Para empezar, el proyeccionista nos permitió ver casi 18 gramos, pues la parte superior del cuadro no alcanzaba a salir en la pantalla. El talento de sus protagonistas en varias de sus escenas más dramáticas pasó desapercibido. Digo, la nariz de Sean Penn (o la de Benicio del Toro, o la de Naomi Watts) nunca podrá transmitir el drama de la manera en que pueden hacerlo sus ojos o, incluso, las arrugas de su frente, ausentes en la pantalla mocha. Pero la proyección mutilada de la película no fue el único deterioro que sufrió el arte esta tarde. La calidad de la copia proyectada era lagañosa y la intensidad de la lámpara del proyector variaba en amplios márgenes, llenando la pantalla de ciclos de flashazos y sombras que nunca fueron puestos ahí por sus autores. Una queja al gerente lo hizo acudir a ver el desperfecto, mandar mensajes por radio a la cabina de proyección, recibir las correspondientes respuestas para luego explicarme que lo que sucedía era exactamente aquello de lo que me quejaba: la lámpara estaba fallando.
Lo patético del asunto no fue solamente la desvergüenza de haber dado un servicio deficiente a cambio de un elevado precio, sino que exactamente el mismo problema se venía dando desde hace dos semanas, en la misma sala 2 de Cinépolis Cuatro Caminos en la proyección de Matrix Revoluciones . O más tiempo, pues también, en la sala 2 de Cinépolis Cuatro Caminos, proyectaron hace un mes una copia lagañosa y mocha de El Amor Cuesta Caro con la mutilación correspondiente de las caras de George Clooney y de Catherine Zeta-Jones cuya belleza subraya la magnitud del crimen.
Ya antes, en una de las carísimas salas VIP, habíamos sufrido la interrupción de la imagen en la parte más dramática de En el Nombre de Dios . Al reclamarle al personal de Cinépolis Cuatro Caminos su respuesta indignada fue que así era la película. Se ve que no querían interrumpir su animada plática para atender minucias tales como la queja de un espectador molesto. Al cabo de seis o siete minutos restablecieron la imagen, quizá cuando alguno de los groseros cachuchudos se dignaron informarle al proyeccionista de la falla.
Pero tampoco quiero destacar a Cinépolis Cuatro Caminos por tantos agravios y timos. Recientemente, viendo en Cinépolis Galerías el magnífico documental Alas de Sobrevivencia que narra el milagro de las migraciones de las aves en nuestro planeta, alguien, dentro de la cabina, decidió mejorar la magnífica fotografía del documental para proyectarnos perritos, águilas y patos interponiendo sus manos entre el proyector y la pantalla. También en Galerías, pocos días después, tuvimos que aguantar veinticuatro minutos de un brincoteo incesante de la imagen mientras intentábamos ver Lágrimas del Corazón . La queja al gerente tuvo la respuesta típica de quienes trabajan para esta empresa: una encogida de hombros y una explicación absurda ( es que la copia está mala ).
Mi esposa y yo dejamos de ir al cine durante años por la mala calidad de nuestras salas y proyectores. Los asientos caídos de los cinemas del Boulevard Miguel Alemán, los intermedios exasperantes de los cines de Diagonal Reforma. Las pantallas mochas de las salas de la Colón. Al llegar una compañía nueva a La Laguna, con salas cómodas, sin intermedios y un servicio aparentemente superior, volvimos a una de nuestras aficiones preferidas. Hasta ahora hemos seguido yendo al cine una, dos o tres veces por semana. Pero creo que llegamos a nuestro límite. Un límite al que nos llevó una compañía que ha dejado que sus estándares caigan por debajo de lo aceptable, abusando de un público mayormente dócil e indolente.
F. Valdés
14 años después de la queja ya tenemos más opciones además de la muy criticada piratería.
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