El Metro, meseros RATAS
Este fin de semana volví al pasado. El Metro fue de los primeros antros que conocí hace unos doce o trece años cuando todavía no tenía identificación de mayoría de edad.
Fui algunas veces y recuerdo perfectamente la curva de Pablo Neruda donde se situaba este sitio fresa para jóvenes de la alta sociedad.
Años más tarde el bar del restaurante De Santos aquí mismo en Guadalajara fue mi guarida muchos jueves en los que con mis amigas nos absorbimos deliciosos Martinis, inacabables narraciones de anécdotas cotidianas y bailamos como desaforadas.
Donde estaría el estacionamiento de el De Santos se reabrió El Metro, resurgió de ultratumba para revivir de las cenizas. Desconozco si sobrevivirá en un futuro, lo que sí sé es que efectivamente volvió de las tinieblas con su potencial para crear una graaan fiesta en un entorno semioscuro plagado de luces incandescentes y la selección justa de los hits de moda que logran ponerte a bailar.
Bares, antros y restaurantes abren y cierran cada semana, algunos lamentablemente otros hacen un bien con su extinción. Cada lugar tiene su estrategia para permanecer en la preferencia de las masas, sin duda los directivos del Metro han estudiado mecánicas interesantes.
No soy una chiquilla y mis compañeros de convite tampoco lo eran este viernes que fuimos a conocer el Metro por invitación de uno de los dueños. Digo esto para aclarar que no nos emborrachamos tan fácilmente aunque al final, evidentemente lo logramos.
Aquí es donde les comparto mi fascinante descubrimiento sobre el artilugio del manejo del consumo en El Metro. Sencillos pasos: fuimos recibidos cual comitiva real, nos ofrecieron shots (caballitos que hay que beber de un trago) con sabroso Jägermeister, un licor con 35% de alcohol, un despliegue de meseros mantienen los vasos con bebidas al tope, más tarde otra ronda de shots esta vez de un líquido dulcemente sabroso.
Ya en este punto uno no puede más que deshacer la pista a taconazos desgarrándose la voz coreando como estrella de pop. Aquí los astutos meseros comienzan a hurtar vinos enteros y cajetillas de cigarros que más tarde te volverán a ofrecer alegando demencia. Porque cabe decir que está permitido fumar en las mesas pegadas a la pista.
Si les reclamas hablan a nombre del “capi” para convencernos a los inocentes clientes que fue nuestro descuido. No contaban con mi astucia pues yo fui la conductora designada así que me la pasé bomba pero estaba en mis cinco sentidos quemándome la acción completita.
Para rematar eligen a las más o el más borracho para exigirle pagar la propia y, si es el caso, y son varios los acomedidos que insisten diciendo “yo pago” pues les hacen el cargo a las varias tarjetas ofrecidas.
Al Metro tal vez regrese sólo para volverla a pasar de maravilla esta vez recopilando pruebas fotográficas, de audio o video que muestren el rostro de las ratas y personal aprovechado que no conforme con cobrar tanto el ingreso como por cada bebida (como es justo) además orillan a los enfiestados a alcanzar niveles más altos o bajos de embriaguez (usted determínelo según su experiencia) para además incrementar la cuenta al máximo imposible e inducir a pagarles impuestos no obligatorios por sus servicios profesionales de descuideros.
Atentos no nos destilemos la conciencia por completo cuando salgamos de fiesta que estas son de las nuevas modalidades de asalto a las carteras. Al siguiente día, armar la historia no sirve de mucho cuando los cargos de pago electrónico ya fueron efectuados.
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Comentarios sobre esta queja
toda una antrera experimentada..... pues lastima de los borrachines que les ven la cara de mensos en esos antros......
¡QUÉ CHIDO COMENTARIO!!: Elocuentemente redactado y con suma expresividad descriptiva, TE FELICITO
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